Cuerpo y Pandemia

El cuerpo se transformó más que nunca en nuestra casa

Tal vez estábamos anestesiados de tanta actividad

Y el repliegue obligado, nos botó al suelo

Y nos tuvimos que ir parando sin más objetivo que la existencia misma.

Desde el cuerpo ovillo, desorientado, asustado, se empezó a hacer presente: por aquí intestino, por acá la cabeza, por otro lado, el corazón.

A veces en las noches, las imágenes corrían como caballos desbocados,

A veces las lágrimas por no poder abrazar a nuestros padres, abuelos, por los sufrientes,

A veces la piel no sabía si se había contagiado o que podría contagiar a otros, entonces el dolor la aplastaba…

Muchas mandíbulas como una orquesta al unísono de la noche.

Tuvimos, obligadamente que escuchar a nuestro cuerpo en medio de esta gran crisis del hombre.

No tuvimos otro remedio que ponernos de pie

Seguir adelante, hacer lo mejor posible

Para que ésta casa siguiera siendo habitada en paz dentro de nuestra casa, con hijos, padres, pareja, mascota o solas.

Los pies empezaron a ser los protagonistas

Desde allí comenzamos a mirar de frente, a entender, a dimensionar, a valorizar, a caminar, a escuchar nuestros propios pasos…

Y en ese susurro, la sutileza del viento nos acompañaba

A veces a amasar nuestro propio pan, otras a arreglar nuestras piezas, nuestras casas, a ordenar, a reparar, a crear, a leer, a estudiar, a aprender.

En esta escucha, tenemos la gran posibilidad de transformarnos en gigantes conscientes de nuestras verdaderas necesidades, no de lo que dijo la voz de la sociedad de consumo.

Podemos ser transgresoras e ir aportando un granito a este tejido humano.

Teníamos ropa, zapatos, no fuimos al mall y sobrevivimos.

Y si en este invierno, le pido a la señora Panchita que me teja un chaleco o me lo hago yo, por qué no?

Vamos danzando en esta red para ayudar a reparar nuestro planeta?

 

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